La facilidad para conseguir armas alimenta tanto la criminalidad como el abuso policial, al elevar el nivel de amenaza percibida en las calles. Y en ese contexto, tanto policías como ciudadanos dejan de verse como personas —y comienzan a actuar por miedo o por supervivencia. La violencia se normaliza y se perpetúa.

Esto requiere una urgente revisión tanto de las políticas de armas como el rol que cumplen las fuerzas de seguridad.

Liberty City pasa por una compleja y triste crisis social con un muy debilitado y casi inexistente sistema judicial.