Entrada I – La llegada y la ausencia
Crucé tierras frías guiado solo por sombras y un nombre que el viento susurraba. Al llegar, no encontré al maestro, solo silencio, una tumba abierta al cielo. Dicen que se fue por voluntad propia, pero nadie sabe si el abismo lo llamó o si simplemente se cansó de resistir. En su funeral, las lágrimas rompieron lo que aún quedaba en pie dentro de mí. No lloré solo por él, sino por todo lo que ya no podré aprender. Ahora habito un lugar prestado, entre almas que lo amaron a su modo. Así comienza mi saga: escrita con memoria y ceniza.
— Dødskald